Tradicionalmente, los docentes nos hemos sentido, en cierto modo abandonados por parte de la sociedad, especialmente de la administración, mediante promesas incumplidas, apoyos que no terminan de llegar y una carga de trabajo que no para de crecer, puesto que la burocracia en nuestro trabajo va ganando terreno a la actividad lectiva.
Además, siempre hemos sido un laboratorio experimental en el que, a modo cajón de sastre, se han ido imponiendo las ideas del iluminado de turno que consideraba que eso tenía que tratarse en la escuela, aumentando un currículo ya denso de por sí. Todos sabemos que los docentes, muchas veces hemos sufrido desprestigio desde el momento que ponemos un pie en la universidad, con burlas hacia el grado de dificultad de nuestra carrera (siempre de gente que no conoce el plan de estudios), o alusiones continuas a “lo breve” de nuestra jornada laboral o los famosos “tres meses de vacaciones”, pues bien, siento decepcionarles, ni trabajamos sólo cinco horas ni tenemos tres meses de vacaciones, de igual modo que un futbolista no trabaja solamente los 90 minutos del partido.
Por ello resultan especialmente dolorosas las palabras de Emiliano García-Page en un momento de gran incertidumbre. Muchos docentes estaban a cientos de kilómetros de sus casas, con el miedo en el cuerpo por una enfermedad desconocida y para la que no se había proporcionado ninguna protección ni a estudiantes ni a docentes. En esa situación y sabiendo de “la fama” falsamente atribuida al colectivo docente, y ante la grave crisis descrita, un poder público jamás debería haber dicho que lo que pretendían los profesionales de la Educación era “tener quince días de vacaciones”, porque no son vacaciones, nosotros y nosotras seguimos trabajando día a día en nuestras casas, en algunos casos más horas para poder atender a todo el alumnado dada la diversidad de condiciones familiares de los mismos.
Además, en unas condiciones muy complejas que dificultan nuestro trabajo, ya que no todos los hogares disponen de las condiciones para ejercer la docencia a distancia o para estudiar, al carecer de conexión o de dispositivos suficientes para todos los miembros de la unidad familiar. Ante esta problemática, el gobierno de Castilla-La Mancha ha atendido las necesidades de los alumnos dotándoles de medios y conexión a internet, algo que consideramos como muy positivo y alabamos dada la necesidad de que todos los alumnos accedan en igualdad de condiciones a los recursos educativos, pero, ¿y los profesores?
Muchos docentes viven en el medio rural y no disponen de conexión en casa o ésta es de mala calidad, impidiéndonos realizar nuestro trabajo con agilidad y seguridad, ocasionando que la atención al alumnado pierda calidad. Los organismos autonómicos oficiales solamente nos han proporcionado unas instrucciones confusas que no terminan de aclarar si se ha de avanzar o no y hasta qué punto, cargando de burocracia nuevamente a los docentes, teniendo que reprogramar de forma exprés el presente curso y el principio del próximo, aún sin saber en qué condiciones volveremos a las aulas en septiembre.
Los ayuntamientos han vuelto a hacer gala de su gran labor, especialmente en las zonas que sufren los efectos de la despoblación, ayudando a las familias a imprimir los recursos que necesitan los niños y los cuales no podrían ser impresos al carecer de material en la mayoría de hogares. De este modo hemos podido establecer una coordinación, proyectando un horario semanal a las familias a través de la plataforma “papas2.0” con las tareas a realizar por el alumnado, indicando dónde obtener cada recurso, quedando a criterio de cada profesional el uso de unos u otros recursos (vídeos, tutoriales, actividades interactivas), así como otras formas de contacto que nos ofrecen las aplicaciones de mensajería instantánea.
En definitiva, todo este trabajo acarrea bastante más horas que cuando trabajamos de forma presencial, puesto que la diversidad de horarios de las familias suele conllevar que cada familia disponga de un horario diferente para afrontar las tareas escolares, necesitando de consultas a los docentes, de modo que estamos pendientes del móvil o del correo desde que nos levantamos hasta la noche, aún así siempre se hace de forma gustosa porque prima siempre el bien de los niños. Pero sin lugar a dudas la única parte de nuestro trabajo que nos frustra es el papeleo, ya que nos sobrecarga de tal manera que resta tiempo a la docencia online (de igual modo que el aprendizaje), que es más compleja desde el punto de vista psicológico que en modo presencial, asumiendo, además, parte de las funciones de compañeros dado que las bajas se han dejado de cubrir, algo inadmisible, por lo que se está dejando a los alumnos sin recibir la atención necesaria y aumentando la carga laboral de otros compañeros.
Por eso, es un ruego de gran parte del colectivo docente que se nos valore como merecemos y se de garantías a nuestro trabajo, dotando a los centros del personal necesario, que nos permita desempeñar nuestras funciones con seguridad tanto para nosotros como para los alumnos y que estos reciban la atención individualizada que precisan.
Jesús Rodenas, docente y Secretario de Educación de NNGG Albacete